Pasas el dedo sobre la cerradura, es apenas un leve roce, fugaz caricia,
y comienzo a derramarme...
Me vierto sobre ti, río manso,
me absorbes, me bebes,
voy empapando tu soledad
-ese hueco de ti que nunca llenas-
y me acomodo debajo tu piel
abrazando tus entrañas.
(...)
Continúo fluyendo, caudal íntimo... me voy desbordando
y pierdo el cauce
inundando tu territorio en penumbra, ese tan deseado, ese tan amado.
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