Un sol espléndido se cuela entre las copas de los olivos,
pasea sus rayitos de otoño sobre eucaliptos y pinares;
llena de luz la tarde.
No muy lejos se escucha el sonido de los coches al pasar,
entonando su mantra contra el aire serrano.
Me vence el sueño.
En la duermevela, siento tu mano recorriendo mi pecho,
despacito.
Oigo las páginas del libro que lees,
pasando poco a poco.
No necesito abrir los ojos para ver que sonríes.
Te quiero.
Todo es perfecto.
Me incorporo,
buscando con mi lengua la dulzura que espera entre tus labios.
Siento que todo encaja.
Acerco mis ojos a tus ojos,
y en tu mirada descubro que el paraíso existe de verdad.
Está ahí,
en el espacio infinito que abren tus pupilas para mí
bajo una encina centenaria, una tarde de otoño.
llena de luz la tarde.
No muy lejos se escucha el sonido de los coches al pasar,
entonando su mantra contra el aire serrano.
Me vence el sueño.
En la duermevela, siento tu mano recorriendo mi pecho,
despacito.
Oigo las páginas del libro que lees,
pasando poco a poco.
No necesito abrir los ojos para ver que sonríes.
Te quiero.
Todo es perfecto.
Me incorporo,
buscando con mi lengua la dulzura que espera entre tus labios.
Siento que todo encaja.
Acerco mis ojos a tus ojos,
y en tu mirada descubro que el paraíso existe de verdad.
Está ahí,
en el espacio infinito que abren tus pupilas para mí
bajo una encina centenaria, una tarde de otoño.