El paraíso

Publicado por Delfín

17/11/08

Foto, DrLago.


Un sol espléndido se cuela entre las copas de los olivos,
pasea sus rayitos de otoño sobre eucaliptos y pinares;
llena de luz la tarde.
No muy lejos se escucha el sonido de los coches al pasar,
entonando su mantra contra el aire serrano.
Me vence el sueño.
En la duermevela, siento tu mano recorriendo mi pecho,
despacito.
Oigo las páginas del libro que lees,
pasando poco a poco.
No necesito abrir los ojos para ver que sonríes.
Te quiero.
Todo es perfecto.
Me incorporo,
buscando con mi lengua la dulzura que espera entre tus labios.
Siento que todo encaja.
Acerco mis ojos a tus ojos,
y en tu mirada descubro que el paraíso existe de verdad.
Está ahí,
en el espacio infinito que abren tus pupilas para mí
bajo una encina centenaria, una tarde de otoño.

tuya

Publicado por danae

10/11/08

Tornado. Omohat.






Tu voz se me cuela por cada poro y, como los tornados, va cogiendo fuerza a medida que se adentra en mi territorio (que ya es el tuyo). Me pulsa todas las terminaciones nerviosas y vibra en mi interior, devastando toda alimaña que me puebla e iluminando las zonas oscuras.



Me vas conquistando, palabra sobre palabra, silencio tras silencio...(también amo el silencio de tu voz: la escucho, la pruebo, la rozo, la admiro). Te pertenezco, me atrapas en tu vórtice, giro hacia su centro y allí me pierdo...

Fantasías

Publicado por Delfín

31/10/08

foto: ardo, de Leonardo Murio


Lo confieso: me asusta pensar que puedes adentrarte
en sendas sinuosas a las que temo asomarme.
Me asusta, porque te quiero cerca.
Algo se remueve dentro de mí,
debatiéndose entre la fascinación del abismo,
y esa cautela miserable y paradójica
que me alejó de la vida tantas veces como me salvó del desastre.

Recurro a la fantasía, un lugar propicio para chapotear sin peligro...

Te imagino mirándome en la habitación,
esperando mi abrazo, tímido y comedido,
sorprendiéndote de pronto cuando tomo tu mano
y ato un pañuelo de seda alrededor de tu muñeca.
Miro el brillo en tus ojos, y lo retengo en mi retina
antes de cubrir tu mirada con un pañuelo oscuro.
Luego paso tus manos hacia atrás, y las enlazo con el pañuelo,
mientras tú callas, y tu respiración acelera la mía...

Aparto el pelo de tu cara, y acerco mis labios a tu oído:
"Hoy seré tu amo y tu señor. Hoy me toca…" -te susurro.
Un escalofrío cálido y desconocido me recorre ahora.
Nos estremecemos.
Levanto tu jersey y tu sujetador,
y los anudo a tu espalda bajo tus brazos.
Notas mis labios sobre tu pecho…
Tomo un pequeño cordel de lana, y ato los extremos alrededor de tus pezones,
Ni muy fuerte ni muy flojo: lo justo para que no se suelte y tampoco te haga daño…
Justo en la mitad del cordel, engancho mi móvil.
No pesa mucho. Pero te hará sentir el abrazo del cordel cuando se mueva…
Acerco mi cara a tu cara… Notas su calor…
Susurro de nuevo:“¿Estás mojada?” –te pregunto,
mientras mi mano se pierde bajo tu pantalón buscando la respuesta…
Sigo fantaseando, y examinando las sensaciones que nacen en mí,
haciendo crecer mi deseo. ¿Y sabes?

Mola.

...no sé. Habría que seguir explorando fuera de Arxamandi. ;)

mírame

Publicado por danae

24/10/08

Fotografía: Siluetas 1 de Manel J Sánchez




Abro el grifo de la ducha y coloco el tapón de la bañera.
Mis pantalones y mi jersey caen al suelo, luego las braguitas...ahora puedes ver mi silueta, completamente desnuda. Noto el pelo rozando mi espalda...busco las tijeras y me giro frente al espejo...con cuatro toques corto mi flequillo. Reparto la melena y la recojo en dos coletas, dejándolas caer sobre mis pechos. Sé que te gusta el contraste del pelo negro sobre la piel blanca y ver mi nuca al descubierto.




Al entrar en contacto con el agua caliente, toda mi piel se eriza...estoy debajo del chorro y dejo que la cascada caiga libre...por todo mi cuerpo. De las coletas chorrea un hilillo sobre los pezones y justo ahí he imaginado tu lengua cálida. Ahora, me inclino un poco hacía delante centrando el chorro en la espalda...SIENTO tu "surfeo" entre mis vértebras y un ligero temblor de piernas.


CIERRO el grifo y me tumbo en la bañera. Me recuesto apoyando la nuca en la porcelana fría, otro escalofrío...las coletas sobre mis pechos, los pezones erectos. Mi mano resbala - poco a poco- sin dejar de pensar en tí, en tu cara, en tu sonrisa, en tus manos, en tus palabras, en tus deseos...dos dedos se mueven dentro de mí a tu ritmo, con tu música...y bailo contigo hasta el final.

Cinco sentidos

Publicado por Delfín

19/10/08

Los Cinco Sentidos, de Hans Makart
Te sueño con las manos hacia atrás, sintiendo el roce de la hierba entre tus dedos. La cabeza inclinada hacia arriba, acariciada por una brisa suave y nueva. Los ojos cerrados, perdidos en un cielo naranja de párpados plegados y formas diminutas que nadan, caprichosas. Los oídos acompasándose en la rítmica cadencia de las olas, rompiendo bajo el acantilado. El olor del mar y el de la pradera, entremezclados, limpios. Mis labios, dejando sobre los tuyos el sabor inconfundible de un beso repentino y tierno. El calor de mi mano entre tus piernas, estremeciéndote de pronto. Sentir. Sentirte. Con todo...

deseo

Publicado por danae

14/10/08


No porque pasen los segundos inexorables como debe ser, ni porque el rumor llegue de lejos, he olvidado tu silencio ni tu sonrisa surcando mi piel. Y es ahora, en este momento, que cuando el simple viento la roza, yo te siento… porque así lo deseo:

Clávame la mirada y algo más. Deja que te recite en susurros algunas palabras ya escritas (“Escucho tu silencio.
Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta
.) y deja que invente las mías, las tuyas, mientras te tengo dentro, excavándome…


Déjame recordarte, sólo con mis manos, que tu cuerpo no termina, ni siquiera en el mío... muerde mi carne, cable a tierra, dejando una señal provisional, un ceda el paso a mis sensaciones que se atropellan temerarias en los bordes de mi boca.
Y no olvides abrazarme, no dejes de hacerlo…hazme un hueco en tu sombra.

Señales

Publicado por Delfín

8/10/08


(La sombra de tu dedo sobre la luna)

Una  señal:
Después de un silencio, 
hablamos, y con frecuencia descubrimos 
que vamos a decir las mismas cosas,
a veces casi de la misma manera.

Un hechizo:
Pones tu dedo sobre la luna,
y la luna y la sombra de tu dedo se muestran ante mí.

Una revelación:
Miro la estela del camino que traes,
y descubro los hitos de mi propio camino.

Un sortilegio:
Busco contigo un nombre para un nuevo territorio;
y lo nombro.
Pero ya existe en tu interior:
es el lugar del que vienes,
hacia el que vamos.

Un científico, armado con su método hipotético deductivo,
no dudaría un segundo en afirmar que el azar 
no puede estar detrás de todas esas señales.
No existe la casualidad -diría con eminente autoridad- 
sólo existen la causalidad y las fuerzas que gobiernan el universo.

Y tendría razón.
Yo creo que no hay fuerza más poderosa que el amor.
Y lo creo porque descubro cada día, entre divertido y fascinado, 
que yo soy tu causa, y tú eres mi efecto.
Y lo creo porque constato a cada paso, maravillado,
que yo soy tu efecto, y tú también, mi causa.

Tus deseos son órdenes

Publicado por Delfín

18/9/08


La de hoy es una entrada atípica. Más extensa, y menos personal. Danae me pide que escriba una historia, y me da sólo estas cinco palabras: ciudadano, río, ópera, sumisión, y amante. Hoy manda ella, y yo -amante fiel- obedezco. Aquí está tu historia, amor...

Muchas veces, en sus largos paseos por la alameda, a las afueras de la ciudad, quedaba absorto por unos instantes. El sonido lejano del río, le traía los ecos de aquel otro arroyo, arrebatándole sus escasos minutos de tranquilidad. A pesar de los años transcurridos, el murmullo del agua le provocaba de inmediato una profunda tristeza. Aquel día además, la certidumbre de que el pasado regresa siempre -certidumbre impresa en el papel del diario matinal- hizo de aquel sonido un doloroso trance. Apoyado en un álamo, se estremeció al recordar por primera vez en décadas el rostro aterrorizado de Silvana. Sus ojos suplicantes. Sus manos, tratando de apartarle inútilmente. La había visto cruzar el arroyo muchas veces, desde los edificios destinados a la servidumbre. Y muchas veces había observado con avidez la incomparable belleza de sus piernas. La deseaba. La deseaba desde siempre. Y en su condición de heredero del dominio, sabía que era suya.

Aquella mañana la esperó en silencio entre los cañizos. Cuando la vio llegar, se interpuso de pronto, cortándola el paso, mientras la miraba con el deseo acumulado durante años. Nada más verle ella lo supo. Trató inútilmente de pasar a su lado, resistiéndose cuanto pudo. Pero sabía que era inútil. Su destino, marcado a fuego desde su nacimiento, era servir a su señor. Sumisa, terminó cediendo por completo, mientras dejaba escapar la vista entre las ramas de los sauces, meciéndose al compás de las hojas lejanas, hasta que aquellos empellones salvajes de cipote joven le parecieron un eco lejano y extraño. Apenas duró unos minutos. Él se levantó envuelto en una incomprensible desazón. Aquel hambre de años, había sido saciado en un instante. Pero dejó tras de sí una extraña sensación de vacío que habría de acompañarle para siempre.
No volvió a tocarla. Silvana se marchó algunos días después. Se levantó temprano. Besó en la frente a su padre y a su madre, y cruzó los límites del señorío envuelta en lágrimas, sin mirar una sola vez atrás.

Después de la guerra, él terminó fijando su residencia en la ciudad; en parte para ocuparse mejor de sus negocios, y en parte para alejarse de aquellos paisajes de su juventud, que tanto le trastornaban. Con los años, el recuerdo de aquella mañana se convirtió en un fantasma terrible, que volvía una y otra vez, para meterse en cada cama, junto a cada mujer, perturbándole siempre. No se caso nunca. Carmela, su última amante, se lo había dicho en cierta ocasión: -te pasa algo siniestro cuando te corres; algo que te hiela por dentro. Puedo notar ese frío en tus ojos...

Pese a todo, había conseguido sobrevivir con aquella culpa lejana clavada en su alma. Con el tiempo se convirtió en un ciudadano corriente, ocupado en sus negocios, en las tertulias alargadas del casino, y en sus largos paseos al atardecer. Y vivió sin demasiados sobresaltos. Hasta aquel día.

Se detuvo en la página doce, y supo nada más verla que era ella. Silvana de Soto. Silvana. Mirándole fijamente desde la sección de espectáculos del diario local. Su cuerpo era más voluptuoso. Su rostro tenía la altivez propia de una vida experimentada y resuelta. Pero reconocería esa mirada entre un millón. Silvana de Soto, la incomparable mezzosoprano que había puesto en pie a media Europa –decía el diario-, haría el papel de Sesto, en la Clemenza di Tito, la ópera de Mozart que abría la nueva temporada en el Gran Teatro Central. Se sintió conturbado. Por más que lo intentó, no pudo imaginar qué azaroso camino habría llevado a aquella adolescente silenciosa y esquiva a alcanzar una gloria semejante. Pero no cabía duda: era la misma persona. Durante horas, se debatió indeciso y angustiado. El pavor de ser reconocido; de ser recriminado por un acto que había conseguido enterrar en el rincón más profundo de su ser, lo aterraba sobremanera. Pero necesitaba verla. Por encima del terror, pudo más su íntimo e inconfesable deseo de volver a estar cerca de aquella mujer, y la urgente necesidad de indagar en su rostro los rastros de tan inconcebible transformación.

La tarde del estreno acudió a la hora exacta; con la intención de confundirse entre la multitud que entraba en masa al espectáculo. Se sentó en una fila intermedia del patio de butacas, con la esperanza de poder observarla de cerca sin el riesgo de ser reconocido. Habían pasado muchos años.

Hubo un instante en que sus ojos se cruzaron. Un instante fugaz, apenas un segundo. Pero se estremeció de los pies a la cabeza. No supo a ciencia cierta si ella le había visto, y mucho menos si había descubierto en su rostro avejentado las trazas de aquel muchacho impetuoso que fue en otro tiempo, hasta el instante en que uno de los acomodadores se acercó para transmitirle con discreción un escueto mensaje: si el señor lo tiene a bien –dijo-, la señorita de Soto le espera en su camerino.

Se le heló la sangre. Sintió como sus piernas le temblaban mientras avanzaba entre bastidores, hasta alcanzar la puerta del camerino. Ella abrió despacio. Le miró largamente, esbozando una sonrisa extraña. Pasa –le dijo- quiero que veas algo. Siéntate en aquel sillón, al fondo.

Él obedeció sin rechistar. Notó que el aíre le faltaba, y sintió sed. Pero permaneció sentado y en silencio, expectante. Unos segundos después, ella hizo pasar a tres jóvenes admiradores que aguardaban su salida en el pasillo. Los puso en fila, de pie junto a su tocador. Los besó uno por uno, mientras su mano palpaba con destreza la parte más abultada de sus pantalones. Cuando terminó aquella insólita inspección, miró al que estaba en medio: quédate –le dijo- vosotros dos podéis marcharos. Esperó a que los otros salieran y se paró frente a él. Deshizo el lazo de su bata, y la dejó caer hacia atrás. Desde la silla, él pudo ver su magnífica silueta a contraluz, y el temblor incontrolable del joven. Ella se acercó al muchacho. Desabotonó su pantalón, y asió aquel miembro duro y vital entre sus manos. Lo miró, mientras sentía despertar su deseo. Lo metió en su boca el tiempo justo para hacerlo crecer hasta el límite. Después se sentó en un pequeño sillón. Miró al joven, cuya verga empinada aparecía como un grotesco apéndice de su perfil, y le invitó a acercarse. Ven –le dijo- quiero que me folles como si fuera la última vez que lo haces en toda tu vida. El muchacho –espoleado por aquellas palabras- se acercó con un ímpetu ciego, trastabillando su polla entre los muslos calientes y empapados de la diva, hasta encontrar el camino certero. Ella se estremeció ante la furia poderosa de aquella arremetida. Se agarró a las nalgas del muchacho y lo atrajo hacia sí, hundiéndolo en sus entrañas mientras se derretía sobre él. Pronto sintió las primeras sacudidas, apretando cada vez más a aquel joven en celo. Fuera de sí, se dejó transportar sobre la verga hasta alcanzar un orgasmo animal; definitivo.

Cuando el chico salió del camerino, ella recompuso su bata. Respiró profundamente, hasta recuperar la compostura, y se acercó al sillón del fondo, desde el que él había presenciado absorto toda la escena. No te atormentes más –le dijo-, no te llevaste nada, y nunca tendrás nada de mí. Ahora vete. Yo te libero. No vuelvas nunca.

Él se levantó en silencio, y caminó reconfortado hacia la puerta, mientras sentía que la culpa acumulada durante años comenzaba a ceder. Mientras la veía gozar de esa manera, supo que en realidad aquel acto salvaje de su juventud no había conseguido arrebatarla nada: ni un ápice de su fuerza, de su deseo, de su voluptuosa forma de amar. Salió del teatro, y lentamente se encaminó hacia la alameda, atravesando las calles que comenzaban a quedar desiertas. Se sentó entre los árboles, bajo la luna nueva, escuchando la suave cadencia del río, susurrando a lo lejos. Y sintió, lleno de gratitud, que en adelante viviría para amarla. Su dolor se había transformado en la más absoluta sumisión hacia Silvana…

breve cartografía

Publicado por danae

14/9/08


Tengo un paréntesis para ti, es azul intenso
como mi deseo y como el mar…
Te espero en él, inventando besos…
¿vendrás?

(Vamos hasta la orilla, hazte conmigo en la arena, cómeme sin prisas... y cuando hayas crecido como la luna llena paséate por todo mi cuerpo. Empieza por la frente y ve visitando todos los rincones, turista curioso...tu glande por mis ojos, mi nariz y mi boca…por mi cuello y mis pezones, entre mis pechos, rodeando mi ombligo, húmedo al llegar a mi sexo...trázame todas las coordenadas, los paralelos y los meridianos, deja tu rastro dibujado en mi cuerpo, mapa de tus deseos.

Mis gemidos los guardaré en una caracola para dejarlos escapar luego, cuando rompa sobre ti, ola desbocada, insistente… hasta sentir tu calor mezclarse con la espuma...justo en ese momento, la punta de mi lengua recorrerá tu oreja antes de susurrarte, casi sin aliento, entrecortadamente, "mi vida, te amo".)

La luz del fango

Publicado por Delfín

11/9/08


No existen las princesas encantadas.
Tampoco los príncipes azules en sus corceles blancos.
Sólo existen hombres y mujeres.
Y la vida... esa puta, encantadora y cruel.

Nos enseñaron a ocultarnos,
como si fuéramos culpables de nuestra debilidad.
Nos engañaron.
Somos hermosos porque lloramos.
Porque la vida nos puede, y persistimos,
aunque el amanecer nos sorprenda
colgando del abismo.

Amémonos abiertos en canal.
Besemos nuestros rastros, nuestras taras.
Dejemos los adornos para los cuentos de hadas.
Despojémonos de todo lo que sobra:
fuera la ropa,
fuera el temor,
fuera las dudas.
Fuera los estúpidos convencionalismos.

Ven, amor mío,
y ábreme cada una de tus puertas.
Abre tus labios, tu coño, tus heridas.
Llévame junto a ti a través de tu cielo y de tu infierno.

Tomaré entre mis manos cada fantasma
para besar su frente con ternura,
porque sé
que en cada esquina de tu alma,
habitas tú.

llave

Publicado por danae

9/9/08


Pasas el dedo sobre la cerradura, es apenas un leve roce, fugaz caricia,

y comienzo a derramarme...


Me vierto sobre ti, río manso,

me absorbes, me bebes,

voy empapando tu soledad

-ese hueco de ti que nunca llenas-

y me acomodo debajo tu piel

abrazando tus entrañas.


(...)


Continúo fluyendo, caudal íntimo... me voy desbordando


y pierdo el cauce


inundando tu territorio en penumbra, ese tan deseado, ese tan amado.

Sol radiante

Publicado por Delfín

1/9/08

(sol radiante sobre el mar de Huelva)


Recuerdo el día en que miré tu alma por primera vez,
agazapada bajo una luna triste
en la que no habitaba ni siquiera la maldita esperanza.
¿Recuerdas?
Y te conté tonterías, mientras aprendíamos juntos a esperar.
Te dije, por ejemplo, que te quiero,
o que a veces el universo puede arrastrarse tirando de un hilo invisible.
No más de una milésima de milímetro,
pero lo bastante como para transformar el mundo.
Nos parecía imposible que pudiera ocurrir,
o sólo lo creímos moderadamente.
Pero tiramos.
Y las olas fueron llegando, sacudiéndonos...
Me perdí en tu mirada,
y tus ojos atravesaron el espacio y el tiempo
hasta posarse en los míos.
Tiramos,
y obramos el milagro.
El universo rodó sobre nosotros.
Se hizo de carne,
de tiempo suspendido,
de besos tiernos y ojos crepitando entre tinieblas.
Fuiste mi cerradura, y yo tu llave.
Bebí las aguas cálidas manando de tu vientre.
Mis dedos fueron viento manso sobre tus pechos.
Me hice sudor y semen, para caer sobre ti como una lluvia nueva,
empapándote...

Me llevé la delicía de las horas sin prisa,
y las caricias torpes del primer encuentro.
Cierro los ojos, y veo los tuyos.
Y sueño,
bajo un sol radiante,
con tu salitre, prendida en mis entrañas...

escribirte

Publicado por danae

19/8/08





Escribir , escribirte , dibujarte . Llenarte el pelo de todas las palabras detenidas , colgadas en el aire, en el tiempo, en aquella rama llena de flores amarillas del cortés cuya belleza me pone los pelos de punta cuando vengo bajando sola, por la carretera, pensando .



Definir el misterio, el momento preciso del descubrimiento, el amor, esta sensación de aire comprimido dentro del cuerpo curvo, la explosiva felicidad que me saca las lágrimas y me colorea los ojos, la piel, los dientes, mientras voy volviéndome flor, enredadera, castillo, poema ,entre tus manos que me acarician y me van deshojando, sacándome las palabras, volteándome de adentro para afuera, chorreando mi pasado, mi infancia de recuerdos felices, de sueños, de mar reventando contra los años, cada vez más hermoso y más grande, más grande y más hermoso .


Cómo puedo agarrar la ilusión, empuñarla en la mano y soltártela en la cara como una paloma feliz que saliera a descubrir la tierra después del diluvio ; descubrirte hasta en los reflejos más ignorados, irte absorbiendo lentamente, como un secante, perdiéndome, perdiéndonos los dos , en la mañana en la que hicimos el amor con todo el sueño, el olor, el sudor de la noche salada en nuestros cuerpos, untándonos el amor, chorreándolo en el piso en grandes olas inmensas, buceando en el amor, duchándonos con el amor que nos sobra .


Gioconda Belli












Paisajes

Publicado por Delfín

5/8/08

El verano trajo del sur sus aves migratorias,
y fueron anidando en mi alma.
Unas llegaron agitando mi espíritu,
y otras revolviendo la casa.
Inquietud. Desazón. Esperanza. Ilusión...
Amar lo que no tengo.
Tener lo que no amo.
Cierro los ojos, y miro paisajes interiores:
la frontera de tu carne,
trazada sinuosa sobre tu cadera;
la redonda belleza de tu pecho,
que resuena en el mío.
Tus dedos, desvelando el camino
hasta tu rincón más recóndito.


Confiada, tu mariposa rosada se extiende ante mí...
Mis ojos se llenan de tu dulzura.
Y siento paz,
pues sé que lo que aguardo, llegará.

foto, ladypain.

espacio...tiempo

Publicado por danae

1/8/08

Amantes 111 de Nicoletta Tomas

Entre los dos apenas queda un milímetro y en él cabe todo un universo, la intersección de tu mundo y el mio. Llegas abriendo puertas y ventanas, cambiando los muebles de sitio y el color de las paredes y solo puedo extender mis brazos para llenarme de ti...El espacio y el tiempo se alían en mi cuerpo, cada minuto más es esperando tus manos, cada centímetro busca el límite en tu boca.

Es breve el espacio en que no estás, pues casi todo lo ocupas. No es largo el tiempo de espera, pues sé que lo que aguardo, llegará.









Pasos

Publicado por Delfín

30/7/08

Me perdí tus risas, corriendo entre columpios, aquel lejano día de tu infancia.
También tu temblor, y el insólito deseo que se abrió paso en tus entrañas como una escarcha nueva cuando tus labios fueron besados por primera vez....
Pero camino.
Me perdí tu primavera, como me pierdo el cálido verano en que tus ojos contemplan serenos la nueva vida que ríe ante ti.
Pero camino.
Camino a través de mi mundo, incapaz de imaginar esos mundos tan tuyos que me pierdo.
Pero camino.
Camino hasta encontrarlos.

alfa

Publicado por danae

29/7/08




Comenzar.

Amar el propio camino. Desear la huella a tu lado. Marchar, a pecho descubierto, dejando la coraza tendida al sol.

Dejar fluir, hacerte río, desembocar...siempre en su mirada.

Comenzar, comenzar, latir a la deriva...




Imagen: Modigliani